viernes, 30 de mayo de 2008

DIFERENCIA Y POESÍA. Entre Borges y Derrida

Por Enrique Rodríguez Pérez
Departamento de Literatura
Universidad Nacional

“ ¿Cómo me las voy a arreglar para hablar de la a de la diferencia? Está claro que esto no puede ser expuesto. Nunca se puede exponer más que en lo que un momento determinado puede hacerse presente, manifiesto, lo que se puede mostrar, presentarse como algo presente, algo presente en su verdad, la verdad de un presente, o la presencia del presente. Ahora bien, si la diferancia es ( pongo el ‘es’ bajo un tachadura) lo que hace posible la presentación del presente, ella no se presenta nunca como tal. Nunca se hace presente. A nadie. Reservándose y no exponiéndose, excede en este punto preciso y de manera regulada el orden de la verdad, sin disimularse, sin embargo, como cualquier cosa, como un ser misterioso, en lo oculto de un no - saber o en un agujero cuyos bordes son determinables...En toda exposición estaría dispuesta a desaparecer como desaparición, correría el riesgo de aparecer : de desaparecer”. Derrida, Márgenes de la filosofía. P. 41 - 42.

El pensamiento de la diferencia es característico de los pensadores que después de Heidegger y Nietzsche toman rumbos divergentes respecto de los desarrollos de la metafísica. Para Derrida el problema de la diferencia genera nuevas perspectivas sobre la filosofía actual. La Diffèrance, término que subvierte la metafísica, muestra diversas lecturas del pensamiento occidental con infinitas posibilidades, rupturas y formas de asumir el texto filosófico. Este cambio de visión de la metafísica requiere la creación de nuevos conceptos o palabras que tienen una ambigüedad que no permite que sean tomados bajo categorías clásicas. Esta indefinición rompe con las dicotomías instauradas en la metafísica, desde Platón, entre el mundo sensible y el mundo inteligible. Los indecidibles abren un abismo conceptual difícil de demostrar racionalmente. Dejan una sensación de imprecisión que fractura la seguridad de la institución filosófica.
El pensamiento de la diferencia en Jacques Derrida proviene de una concienzuda lectura del sistema Hegeliano, que pone en evidencia una fisura esencial, que a la vez es un cierre de la metafísica y que permite reconocer un vacío de lo diferente que queda tras ese cierre. El relevo o superación dialéctica de las contradicciones evidencia un sellamiento y una apertura de la metafísica a lo otro. Para Derrida esto genera una nueva lectura del pensamiento occidental que mantiene una indefinibilidad. Mediante el supuesto de la Diffèrance, o simulacro sin fundamento metafísico, se crea un juego de encuentros que no son ni verdaderos ni falsos en los textos metafísicos de occidente: un diálogo diverso entre lo que es y lo que no es, sin privilegio de ninguno, un encuentro de distanciamiento entre lo fundado y lo no fundado, entre lo verdadero y lo falso. La Diffèrance es, entonces, espaciamiento, devenir tiempo del espacio y devenir espacio del tiempo. Bajo esta nueva perspectiva se deconstruyen las dicotomías metafísicas. Opera una inversión que lleva a un no encuentro de razones, categorías o conceptos que explicarían la trascendencia, que ahora pierde este carácter.
De otro lado, Nietzsche, ha trastocado con radicalidad la forma racionalista del pensamiento metafísico. Ha superado el dominio que ejercía la verdad sobre la mentira, la razón sobre la imaginación, el mundo inteligible sobre el mundo sensible. Derrida propone asumir con decisión la propuesta nietzscheana de la diferencia. La Diffèrance, entonces, es una transformación de este pensamiento. Por otra parte, es notable la fuente heideggeriana para la formulación de la Diffèrance derridiana. Todo puede comenzar en el olvido occidental de la diferencia ontológica, la distinción entre ser y ente. La entificación del ser, producto de la historia de la filosofía, la formulación ontoteológica de la verdad del ser como fundamento, ha clausurado a priori la apertura del ser en sus diversas manifestaciones. Derrida va más allá de Heidegger cuando deconstruye también el concepto de ser, que en Heidegger aún tiene visos metafísicos.
En síntesis, el pensamiento derridiano de la diferencia, tiene sus fuentes en Hegel, Heidegger y Nietzsche, y en una lectura distinta a la clásica, muestra los indecidibles, la ambigüedad de la Diffèrance, y una serie o haz de encuentros o términos desfundamentados, diseminados, sin la ascendencia de la metafísica dicotómica o dialéctica de encerramiento.
Esta nueva proposición del pensar de inmediato deconstruye el texto filosófico. La filosofía elimina su cerramiento como discurso y texto que se da sus propias leyes. La filosofía se desborda desde su lenguaje mismo. Se hace metáfora, ficción, retórica, creación, literatura. Este es el comienzo de una nueva perspectiva del texto filosófico, el encuentro diferido entre un texto racional, clarificado, y un texto imaginario que no es ni verdadero ni falso; y que, o había estado sometido a los dictámenes de los conceptos filosóficos: la poética aristotélica, la teología medieval, la exclusión cartesiana, la estética kantiana, el absoluto hegeliano, o un texto totalmente externo a la metafísica que no tenía ninguna posibilidad dialógica con ella. Un texto extraño, meramente imaginario, que no daba cuenta ni del mundo, ni de la verdad. Una creación superficial de juegos metafóricos que cambiaban el sentido auténtico y propio que la filosofía sí podía exponer, categorizar y explicar. En el fondo de la Diffèrance está esta relación que genera otra forma distinta de escribir y de leer. Hay ahora una semejanza íntima entre leer y escribir un texto filosófico y un texto literario. Este es el objetivo primordial de esta dilucidación.


Borges y Derrida

Pensamiento y poesía, sueño y metafísica, se alimentan y distancian, se invaden y retraen; Borges y Derrida, poeta y pensador, pensador y poeta en un encuentro mutuo y diverso. Lo indefinible de una voz mixta, alusión al texto, a la diseminación, a la metáfora. En la Diffèrance el abismo se abre después de la dialéctica hegeliana, en la Metáfora el efecto de la máscara de Nietzsche como metáfora, ahora en el Texto se llega a configurar con mayor precisión lo que ha hecho la Diffèrance y la Metáfora. El juego textual es derridiano y borgiano. Sueño que vuelve ficción lo real, apariencia real de la realidad, narrativa y relato imaginario. Texto que no tiene concepto ni palabra, lugar del vacío, cruce y abandono, semilla que muere en su florecer, simiente dispersa. Pliegue y doblez.
Los cuentos de Borges : Las ruinas circulares, El jardín de los senderos que se bifurcan, El aleph, Los dos reyes y los dos laberintos, El libro de arena, y en su gran mayoría todos sus textos narrativos y de poesía. Un texto derridiano: Tímpano, Glas, Diffèrance, La palabra soplada, Edmond Jabès y la cuestión del libro, La retirada de la metáfora. Colocados en una página blanca, uno frente o al lado del otro, de inmediato crean la magia que recibe la influencia aparencial de la poesía y la filosofía. Hablando de dos formas distintas de lo mismo y lo diverso, sin hablar; porque toda explicación es insuficiente para contemplar el tejido que se ofrece al lector de este límite:

“Los dos proyectos que he indicado (un vocabulario infinito para la serie natural de los números, un inútil catálogo mental de todas la imágenes del recuerdo) son insensatos pero revelan cierta balbuciente grandeza. Nos dejan vislumbrar o inferir el vertiginoso mundo de Funes. Este, no lo olvidemos, era incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendía cada vez “. Borges, Funes el memorioso, p.. 130. El relato ficticio lo expone (como no ficticio, supuestamente no ficticio) un narrador ficticio, es decir, que pretende no serlo, en la ficción firmada por Baudelaire. Este relato cuenta la historia de una ficción, de una moneda ficticia, de una moneda que no tiene título que la acredite, que sea su título legítimo y auténtico. Este contenido ‘historiado’ , contado, narrado, cuenta, pues, todo el texto que es más grande que él, y eso que parece no ser más que una de sus piezas, una pieza con bordes, enmarcada, insertada. El más pequeño es metonímicamente más grande que el más grande. Entonces, el título ‘La moneda falsa’ se convierte en el título del texto ficticio. Ya no dice sólo: aquí tenemos una historia de moneda falsa, sino: puede ser que la historia misma sea, en cuanto literatura, una moneda falsa, una ficción...”. Derrida, Dar el tiempo, p. 88.


Dos textos perdidos en el blanco del encuentro. Uno, el de Borges, que inventa un personaje antiplatónico, o quizá platónico, pero lo cierto es que no existe, es sólo personaje de cuento. Texto que muestra la diseminación, el perro, diseminado en el tiempo, diferido, desarticulado de la idea de la presencia; sin tiempo, con una distancia de un minuto, y sin espacio, en dos posiciones distintas que se ven desde dos ángulos que son los ojos del lector o del personaje o del narrador, de todas maneras, inexistente. En un cuento la metáfora, la palabra perro como metaforización de un animal, el lenguaje como mitología, como creación trascendental que no tiene fundamento esencial, palabra que aparece y desaparece cuando el instante y el lugar cambian, palabra que no nombra el objeto. Palabra que es como el diferir de la Diffèrance, que espacia y temporiza, una secuencia narrativa ficticia, la Diffèrance, la metáfora y el texto como literatura.
El otro texto, inubicable, ni metafísico ni ficticio, que habla de una Moneda falsa, poema de Baudelaire. Filosofía de la literatura. No - Filosofía y literatura que se extiende por el texto derridiano para pensar el tiempo, la nada, la desaparición. Texto que genera una amplia reflexión sobre la escritura, la huella el texto, pero que tiene un título que dice que no puede hacerse filosofía con él porque es falso. Sin embargo, produce el texto filosófico de Derrida. ¿Dónde está la frontera? ¿Dónde acaba el filósofo para que el poeta hable?
Es el intersticio, el blanco, el que hace aparecer lo borrado de los dos textos. El hecho es que la deconstrucción volvió texto el pensamiento, lo que implica una transformación significativa en la forma como se lee. Al hacerla texto, se desborda de su cerradura metafísica y se comunica con la literatura, y por tanto, con todos los demás textos que no son filosofía. Pero es en particular con el texto poético con el que la proximidad emerge para generar lecturas insospechadas. Hay un pliegue entre Borges y Derrida que se acomoda y reacomoda, que se abre y se cierra, se deja ver y se oculta, pero que está ahí en el hecho narrado y en el concepto impensable.

“Pero, como la fuente lúcida, la fuente sonora no puede tratar de unirse sino para diferenciarse, dividirse, diferir sin fin”. Derrida. “Las fuentes de Valery”, en Márgenes de la filosofía, p. 327 ...” vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, vi. desde todos los puntos, vi en Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré...”. Borges, El Aleph. p. 199



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